Principal Arriba Contenido

Artículo de prensa
Currículum Artículo de prensa Obras

 

El busto de Rumiñahui en la Plaza Indoamérica de Quito por el Maestro V. Rivadeneira A. esculpido en 1961

Carlos Levoyer
El Vice-cónsul del pueblo ecuatoriano
Por: Henry Moscoso (Madrid)

Una fría mañana del invierno madrileño, hace dos años, conocí a un hombre de mediana estatura, rostro limpio, escaso pelo y extremadamente amable con los ecuatorianos que esperaban la interminable cola, para poder ser atendidos en las afueras del Consulado de Madrid en la calle Oraá.
Al principio pensé que se trataba de un nuevo empleado administrativo del consulado, pero que se diferenciaba del resto de trabajadores del ente diplomático y de la inmensa e incompetente burocracia del Ecuador. Pero mi sorpresa fue grande cuando escuche su nombre y apellido, entonces supe inmediatamente con que gran personaje iba a tener la satisfacción de hablar...
Carlos Levoyer, es su nombre y es actual vice-cónsul del Ecuador en Madrid, él es doctor en filosofía, estudioso e investigador de la cosmovisión indígena, la cultura ecuatoriana y mundial. Hijo de un destacado general ecuatoriano y de una ejemplar familia. Podríamos enumerar un sinfín de virtudes de Carlos y la familia Levoyer, sin embargo nos centraremos en su actual actividad, la de vice-cónsul de Madrid.
Al entablar una conversación con un inteligente filósofo, resulta difícil ponerse a la altura de una persona que ha pasado casi toda su vida estudiando el espíritu, principios y conceptos generales del ser humano y de la vida misma; obvio resulta pensar que un hombre tan inteligente no sea preso de la obnubilación y la vanidad de muchos filósofos ecuatorianos y de otros que se creen que nacieron predestinados para estar en el Olimpo y que no saben por que razón se encuentran en la tierra con los mortales. Algunos de los Embajadores, Cónsules y trabajadores de los cuerpos diplomáticos ecuatorianos, creen que se encuentran en ese Olimpo y por esta razón siempre han conseguido mantenerse, con su “halo de prepotencia”, distantes del pueblo ecuatoriano, cuando algún ciudadano, ha solicitado una audiencia para entrevistarse con estos “seres supremos”. Para estos menesteres los “diplomáticos” delegan a sus subalternos, la difícil y ardua tarea de escuchar el clamor y la desesperación de un inmigrante ecuatoriano, en tierras extrañas, desinformado y a más de ocho mil kilómetros lejos de casa.
A Carlos Levoyer le odian los “señores” del Olimpo, porque el descendió de los cielos, para tratar con los mortales, vivir como mortal y ser solidario con los mortales. Incluso conociendo su gran preparación académica, baja el nivel del lenguaje, sin palabras rebuscadas ni tecnicismos y utiliza hasta la misma jerga que el más humilde de los ecuatorianos.
Entonces, como no se le puede querer, a un diplomático, que te atiende personalmente y principalmente te escucha que le cuentes todas tus penas y desdichas, te aconseja y más tarde se desespera por encontrar la manera de resolver tus problemas. Así y más es Carlos.
Todas las personas con las que me he entrevistado, entre ellos: dirigentes de asociaciones, periodistas, pintores, poetas, empresarios, deportistas y un inmenso número de representantes del pueblo ecuatoriano en Madrid y España y que conocen a Carlos, no hacen otra cosa que alabar y enaltecer las supremas cualidades humanas que posee el Vice-cónsul del pueblo ecuatoriano.
Con esta modesta opinión, invito a que, si no tienen el gusto de conocer personalmente a Carlos Levoyer, se acerquen al Consulado del Ecuador en Madrid y lo visiten.
Exijo como ecuatoriano, periodista e inmigrante a todas las autoridades diplomáticas del Ecuador, que ahora con el bochornoso cambio de gobierno, se extienda la permanencia o se le realice una ampliación del contrato de un hombre que se ha convertido en el salvador de los desprotegidos, psicólogo de los pobres y contrario a la forma actual de ser representante diplomático.

 

Principal ] Arriba ]

Envíe un mensaje a wayra con preguntas o comentarios sobre este sitio Web.
Copyright © 2007 Teatro de las Akciones